Montsegur

Entre su ropa, bien escondido, llevaba el objeto envuelto en un trapo que su madre le había entregado y un pergamino lacrado con el sello de Dama Esclarmonda. Poco a poco sus parpados comenzaron a pesar y se quedó dormida abrazada al objeto bajo su ropa.
No pudo ver las sombras que se deslizaron en silencio hasta casi el mismo punto donde ella había descendido y que lentamente empezaron a ascender por la pared hasta el castillo, llegaron a la cima en la hora entre horas cuando el sol aun no a despertado y la luna a desaparecido del firmamento. Los vigías medio adormilados fueron masacrados antes de poder dar la alerta. La lucha en el recinto fue cruenta y hasta casi media mañana los asediados resistieron su embestida, casi sin armas, famélicos y cansados, los caballeros fueron cayendo hasta la rendición.
Entraron los cruzados a caballo, con la legación papal al frente, clérigos orondos y satisfechos, les seguían a pie toda una caterva de presidiarios sacados de las mazmorras francesas, con promesas de remisión de sus pecados y del botín les habían llevado a esta cruzada que se había convertido en una carnicería.
Despertó sobresaltada por el silencio, el sol estaba alto desde hacia rato, entre sollozos contenidos llamaba a su madre bajito, espiaba por debajo el matorral buscándola, pero allí no había nadie, al final salió de su escondrijo y comenzó a caminar entre los árboles, seguía un camino entre los matorrales más espesos que solo conocían los niños del lugar, allí había jugado a esconderse con su hermana el verano pasado. Fue bordeando el bosque, siguiendo la línea de los arbustos, con las piernas arañadas de la maleza, las lagrimas y los mocos ensuciando su carita morena, sin dejar de abrazar el objeto que llevaba debajo de la ropa, casi como si se abrazara ella misma.
Llagó a la altura del valle y se detuvo, desde aquí solo podía hacer dos cosas, o bien se metía en el bosque alejándose del castillo, o salía a la pradera, a campo descubierto. Había mucho movimiento en el camino del castillo, el campamento de los cruzados empezaba a media pradera y terminaba mucho mas allá del camino.
La sorprendió ver varios carros acercándose hacia ella, venían con ellos unos cuantos hombres a caballo, no vio que detrás de los carros relucían las hachas de los leñadores al hombro, corrió sin mirar atrás hasta la profundidad del bosque.
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